lunes, 30 de junio de 2008

Brújula

Cornisa

Tiempo. Espacio. Rasguño. Caos. Giros esporádicos de melancolía. Necesidades. Preguntas. La tormenta y la niebla que lo cubre todo, absolutamente todo. La tristeza cual manto insomne que amortigua las horas y la sonrisa que se ha ido, se ha escapado saltando por la ventana hace un par de meses.
No puedo sostenerme en pie, en la cornisa de los momentos. Saltar o permanecer. Tal vez otra opción sería bajarme del edificio. Por algo llegué a esta altura. Por algo estoy acá arriba, en lo alto de mis emociones y mi confusión. Cómo escalé hasta aquí? Cómo fue que me apoderé de esta cima y ahora, en el filo de mi propia exigencia, me cuesta tanto bajar, tanto que tan sólo me escudo en dos posibles salidas: permanecer o saltar.
Tiempo. El reloj me acorrala, me pauta, me margina. El reloj como puñal insigne de mis propios autoritarismos, como cómplice canalla de mis dictaduras. Castigo intransigente y veloz. Daga irrespetuosa que se convierte en constante amenaza. Ese es su castigo, ser constante amenaza. Siempre está allí. Tortura.
Espacio. Quimera gestada por el implacable reloj. Alarma. Instante. Insulto. Gris opacidad que no logra parirse en el encuentro, que se agota en detalles absurdos, que se vuelve grotesco e incierto. Lugar. Pagana experiencia y el hambre de ser morada por la alegría. Cáustico invierno de paredes húmedas, mis manos estériles te recorren y no escriben nada sobre tu cuerpo. Caricias idiotas, convencionales, maraña de cursilerías. Cocino costumbres o remiendo seguridades, para que sigas allí, cansándote de mí un poco más, un poco más y remodelo de insoportable los muebles de esas escasas horas, de esos fugases presentes, muchas veces convertidos en ausentes.
Rasguño. Pelea. Golpe. Lucha. Piedra. Esquizofrenia. Me freno abruptamente en el devenir. Paro. Angustia. Soledad. Vuelvo a la crisálida para ahogarme en mi néctar. Dulce. Atroz. En mi oscura intimidad, refugiada de mí misma donde la lucha es perpetua contra mí misma y en cada golpe, un acierto o una mueca o un desafío o el silencio que no cesa, se hace eco. Rasguño en la tela, en la carne, en las horas, en lo conocido. Lucha. Marcas. Ni más valiente, ni más sabia, ni más coraje, ni menos angustia. Culpa. Huyo de la culpa y me adhiero a sus vestidos. La despojo y me desposa. La olvido y me besa. La insulto y me envuelve. La rechazo y se ríe. Ella sabe que soy suya, siempre me encuentra a la vuelta de su esquina.
Caos. Escala de notas, desorden embriagador. Una suma de contracturas. Descontrol. Capricho u obsesión. Poesía o delirio. Huracán. Fracciones incoherente, un tejido en tensión. Retrocedo. Pasos alejándome de la cornisa. Tal vez hay otra respuesta. Ni permanecer, ni saltar. Caos. Así como todo sube, un día se puede empezar a bajar.