miércoles, 28 de noviembre de 2007

Laberinto

Rueda la esperanza en su ciclo azul y las horas viejas escalan a la luz. Laberinto eterno son mis pasos hoy, sin más dios, sin más dueño que mi audaz pasión.

jueves, 22 de noviembre de 2007

Habilitación

Alicia busca una lapicera impacientemente en su cartera. Un formulario, una firma. Un papel lleno de sellos que la habilita a ejercer. Una hoja que le proporciona el permiso para circular por las aulas derrochando sus saberes. Son las diez de la mañana y está cansada de las colas, de los papeles, de los sellos y las firmas. Pero al fin el trámite acaba, porque algún día las cosas se terminan y pasamos a otra etapa. Porque algún día damos vuelta la página, como Alicia que después de muchos años de encierro decidió volver a la escuela y no es fácil. Porque podemos elegir doblar en la siguiente esquina, cruzar de vereda, asumir el riesgo de abandonar la vía segura de los días. Porque se cansó de esperar que los chicos crezcan, que su madre no la necesitara, que su marida no la reclamara, que haya tiempo simplemente para ella. De a ratos le parece tarde, la inseguridad la envuelve. Tanto tiempo postergado, invertido en otros intereses, tal vez en otras creencias. Porque su mundo se alimentaba de esos deseos de ser madre, esposa, mujer, amante. Se quedó entre cuatro paredes inventando un mundo casi perfecto para otros y creyendo que también para sí misma. Se quedó en los detalles cotidianos y se esfumó la frescura de su piel, la espontaneidad de su risa en el cuidado casi absurdo de lo que pensaba era correcto. Se equivocó o no? Está bien? Está mal? A quién le importa? Ingenuidad o comodidad? Tantas preguntas…. Ahora se encuentra al final de un pasillo de un oscuro y húmedo ministerio, con su lapicera en la mano, a punto de recibir el papel que le abre la puerta para salir a jugar. Sueña con esa posibilidad de volver a desplegar los mapas sobre la pizarra, hablar de países lejanos, de territorios diferentes, de paisajes diversos, de esa geografía que es su ciencia. Necesita contarle a alguien que ella sabe, que no se olvidó, que sólo fue una postergación tal vez tonta pero necesaria. Ella necesita demostrarse que los años y las pretensiones de su mundo perfecto, no le quitaron sus proyectos. Necesita sentirse viva por ella misma, para sí misma …aunque para volver a la docencia tenga que soportar la cola, los papeles y el burócrata de turno que le importa muy poco quien es ella. Volver a empezar, retomar el camino con la experiencia de lo vivido y con el peso de lo postergado. Volver a empezar y sentirse como el primer día con el pizarrón vacío y la tiza intacta. Volver a empezar admitiéndose como aventurera principiante que descubre aquel universo que sentía ajeno y distante. Volver a empezar con la certeza de que es necesario apostar a un nuevo desafío y con la angustia acompañada del miedo al fracaso. Volver a empezar, reconociendo que todavía hay tiempo, que todavía tiene un puñado de sueños en sus manos.

miércoles, 14 de noviembre de 2007

Hoy

lunes, 12 de noviembre de 2007

Mentiras

Un globo en la mano.
Tiene el tamaño de un dulce engaño. Está inflado de ganas. Es para ella, la que solo existe guardada en aquel adusto rincón.
Un globo en la mano.
Lila es su color. Es probable que estalle o escape, que explote o se esfume ante el deseo callado de retenerlo aunque sea un minuto o dos.
Un globo en la mano.
Me equivoco de estrofa. La pasión es trunca, se disfraza de decepción. Elijo su beso sombrío cuando me invade la duda y deja desnudo a mi imbécil corazón.
Un globo en la mano.
Fragil como la verdad más honda, de sentir equivocadamente o ingenuamente que siempre es absurda la razón.
Un globo en la mano...
como una veleta que enloquecida por el viento gira sin norte, a merced de esa vulnerable sentencia humana que declama que no hay pasión sin dolor.
Un globo en la mano
como mentira sostenida que me regale su imagen como espejo de mis caprichos o mis ganas, que refleje lo que anhelo, que me acerque a lo que espero.
Un globo en la mano...
y se despide el intento cansado, incoherente de ir detrás del fracaso, tejiendo deseos maquillados de imposibles que se burlan idiotas de un amor tan carente.
Un globo en la mano...
como señal de poeta embadurnada de ilusión, que busca algo que la eleve, que la lleve de paseo por las nubes, hacia un cielo que le devuelva la emoción.
Un globo en la mano...
que le corto el hilo, lo dejo libre, lo suelto, lo arrojo sin miedo al espacio.
Que huya y se pierda, que vuele sin rumbo, lejos del bosque enmarañado de mi imbécil corazón

martes, 6 de noviembre de 2007

Silvio

Curiosa es la tarea de quien mira a través del vidrio.
Mira, espía, imagina, observa.
La calle se encuentra vacía y la brisa se lleva las hojas iracundas de la vereda…pero no es otoño.
Nada asoma aparentemente fuera de lo normativo y rutinario.
Nada ocurre allí, en el espacio público donde todos circulan, donde se globalizan estereotipos, donde todos parecemos ser iguales.
Hay demasiadas preguntas que carecen de inocencia y hay demasiadas respuestas que resultan tan abiertas que mejor desecharlas como tal.
Ella, que mira tras la ventana, descubre que la tarde se vuelve a desdibujar.
Acompañada por la somnolencia residual de la siesta y un mate a medio empezar, espía la calle de vez en cuando y cree que en cualquier momento va a llegar.
Espera una carta desde hace semanas, una respuesta de esas que aunque ya conoce, necesita verla garabateada en el papel como confesión inacabada de una realidad que se impone.
Hubiera sido más fácil por otra vía. Seguro…pero siempre es mejor esperar.
Culmina su ritual, colocando la bombilla después del agua y se toma el primero para evaluar la temperatura de la infusión.
Silvio descifra sus notas con esa melodía propia que lo hace inconfundible e inunda la cocina con esa mujer que se ha perdido conocer el delirio y el polvo, se ha perdido su forma de amar, se ha perdido su huella en el mar.
La carta, la tarde, el vidrio, la música, el mate, la espera.
Pasaron los años y la distancia agigantó los momentos. Los recuerdos se emborracharon de melancolía. La nostalgia se adueñó laberínticamente del pasado compartido, filtró las peleas, se quedó con lo más tierno.
Pasaron los años y ambas crecieron por distintos caminos sin siquiera cruzarse al menos en un intento. El deseo prometía y a veces, se embarazaba de reencuentro.
Pasaron los kilómetros, los paisajes, las etapas, los ciclos, las estaciones. Pasaron, se hicieron tiempo.
Tal vez la ausencia de respuesta sea en sí, una respuesta.
Tal vez la espera de la carta sea una excusa para seguir mirando la calle a través del vidrio.
Se ubica en el sillón para seguir abrazada a la modorra siestera y tomarse unos mates cargados de introspección, mientras tararea…
Una mujer innombrable
huye como una gaviota
y yo rápido seco mis botas,
blasfemo una nota y apago el reloj.
Que me tenga cuidado el amor,
que le puedo cantar su canción.