martes, 16 de febrero de 2010

Alma

Después de la lluvia llegó la mañana, con las últimas gotas desperezándose al alba.
El día gris de un verano lluvioso. La mirada tenue se pierde en la ventana. Viaja más allá del paisaje. El silencio se hace poesía. Su respiración se mueve con la brisa. Las hojas se rien y rien, del viento que les hace cosquillas.
Después de la lluvia llegó la mañana, un poco gris, un tanto monótona. Las flores del palo borracho derrochan su rosada presencia. No es marzo, piensa ella. No es marzo y un derroche rosado le inunda el pensamiento. Un adelanto del otoño, a medio caminar de febrero? O se tratará de un precoz antojadizo, algo ansioso que ofrece sus colores a destiempo?
Sea como sea, su mirada se detuvo, su respiración acorde a sus silencios. Detenida en una nostalgia de febrero, que no dice ni mucho ni poco, más allá de algún que otro hecho. Lo cotidiano se convirtió en sorpresa, al descubrir lo que no esperaba en su horizonte pequeño. Mira cada trazo con asombro, de esa ventana que no le devuelve más que una pared y un par de árboles lejanos, además de un pedacito de cielo. Las nubes no se atreven a moverse, estáticas sin quien llegue a sus alturas a inquietarlas. Las nubes, entre blancas y grises, entre testigos y verdugos, amenazantes de tormenta.
Su alma, por dónde viaja su alma? Es algo que no tiene respuesta.
Su alma yace entretejida por sensaciones que dan la bienvenida a la calma. La certeza de estar viva.
Un instante sin tiempo y un tiempo sin reloj.
Una locura suelta desabordando el vientre y la lluvia que se demora cobardemente atroz. El afuera ensordecido de la vida social que se escapa como el conejo de Alicia.
El adentro lento y aletargado, en compás de espera, stand by, mute y unas cuántos comandos más.
La lluvia y la mañana no se encontraron esta vez. La lluvia se despidió indolente, inundando de preguntas el amanecer aquel. Las gotas se desperezaron, se despedazaron, se desesperaron y ella se dejó ir con aquellas nubes que no se mudaron porque el viento no sopló lo demasiado fuerte, lo demasiado alto, lo demasiado audaz.
Las nubes y ella se quedaron quietas, hipnotizadas, de tanto mirarse, sin tiempo y sin reloj. Enamoradas? Qué se yo!

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