jueves, 22 de noviembre de 2007

Habilitación

Alicia busca una lapicera impacientemente en su cartera. Un formulario, una firma. Un papel lleno de sellos que la habilita a ejercer. Una hoja que le proporciona el permiso para circular por las aulas derrochando sus saberes. Son las diez de la mañana y está cansada de las colas, de los papeles, de los sellos y las firmas. Pero al fin el trámite acaba, porque algún día las cosas se terminan y pasamos a otra etapa. Porque algún día damos vuelta la página, como Alicia que después de muchos años de encierro decidió volver a la escuela y no es fácil. Porque podemos elegir doblar en la siguiente esquina, cruzar de vereda, asumir el riesgo de abandonar la vía segura de los días. Porque se cansó de esperar que los chicos crezcan, que su madre no la necesitara, que su marida no la reclamara, que haya tiempo simplemente para ella. De a ratos le parece tarde, la inseguridad la envuelve. Tanto tiempo postergado, invertido en otros intereses, tal vez en otras creencias. Porque su mundo se alimentaba de esos deseos de ser madre, esposa, mujer, amante. Se quedó entre cuatro paredes inventando un mundo casi perfecto para otros y creyendo que también para sí misma. Se quedó en los detalles cotidianos y se esfumó la frescura de su piel, la espontaneidad de su risa en el cuidado casi absurdo de lo que pensaba era correcto. Se equivocó o no? Está bien? Está mal? A quién le importa? Ingenuidad o comodidad? Tantas preguntas…. Ahora se encuentra al final de un pasillo de un oscuro y húmedo ministerio, con su lapicera en la mano, a punto de recibir el papel que le abre la puerta para salir a jugar. Sueña con esa posibilidad de volver a desplegar los mapas sobre la pizarra, hablar de países lejanos, de territorios diferentes, de paisajes diversos, de esa geografía que es su ciencia. Necesita contarle a alguien que ella sabe, que no se olvidó, que sólo fue una postergación tal vez tonta pero necesaria. Ella necesita demostrarse que los años y las pretensiones de su mundo perfecto, no le quitaron sus proyectos. Necesita sentirse viva por ella misma, para sí misma …aunque para volver a la docencia tenga que soportar la cola, los papeles y el burócrata de turno que le importa muy poco quien es ella. Volver a empezar, retomar el camino con la experiencia de lo vivido y con el peso de lo postergado. Volver a empezar y sentirse como el primer día con el pizarrón vacío y la tiza intacta. Volver a empezar admitiéndose como aventurera principiante que descubre aquel universo que sentía ajeno y distante. Volver a empezar con la certeza de que es necesario apostar a un nuevo desafío y con la angustia acompañada del miedo al fracaso. Volver a empezar, reconociendo que todavía hay tiempo, que todavía tiene un puñado de sueños en sus manos.

1 comentario:

Arleqino dijo...

y con un puñado de sueños en las mano aprender: lo que nadie puede enseñar.







beso